El embarazo, la maternidad y los retos
- schohamclara
- 1 dic 2024
- 2 Min. de lectura
No hay nada que cambie más la vida a una persona que el hecho de convertirse en progenitor.
Cuando una pareja empieza a convivir se empieza a dar cuenta de que no son solo ellos dos en esa cocina, en la sala de estar mirando la T.V, e incluso en la cama. Cada uno de ellos trae su historia familiar, sus costumbres, sus mandatos, a esta nueva relación.
Ellos deberán crear entonces algo totalmente nuevo, y en este proceso, en algún momento pueden decidir que es momento de completar el círculo creando una nueva vida que vendrá a completarlos aún más.
Cada embarazo es distinto, porque cada mujer y cada hombre lo son. Podrá pasar 9 meses idílicos, sin nauseas, sin preocupaciones, disfrutando incluso de una sexualidad muy activa. También podrá pasar sin embargo que tenga problemas para quedar embarazada, que le suba la presión, que vomite sin parar en el mejor de los casos, en el peor que pase la mayor parte del embarazo en reposo por ser de riesgo para la mama o el bebé, y aún lo peor, no poder llegar a término un embarazo y abortar.
Los embarazos de una misma mujer también son diferentes, porque la mujer lo es en cada momento de su vida. Pudo haber tenido una primera experiencia traumática y eso no significa que la siguiente tenga que ser parecida. Hay tantos factores que inclinan la balanza en un sentido o en otro, pero es natural que en estos casos se viva con mucho miedo y sin poder disfrutar del todo de una historia muy distinta.
No hay nada que cambie más la vida a una persona y por ende a la pareja que el hecho de convertirse en progenitor. La responsabilidad que conlleva se puede vivenciar de muy diferentes maneras pero la sensación es de “ya no soy solo yo, ahora soy por él”.
Habrá papas y mamas que se comprometan y asuman su rol de provisores, que busquen la forma de acceder a fuentes de ingreso para procurarles a sus hijos la clase de vida que ellos sueñan y esa será su máxima meta.
Habrá mamas que a pesar del dolor en sus pezones ensangrentados, de sus noches enteras sin dormir, no quieran resignar las defensas naturales que con el amamantamiento les procuran a sus vástagos.
También hay las que se sienten extrañas, tristes, incomprendidas, y sobre todo culpables por sentir todo lo anterior. La mayoría de las mamas tienen estos sentimientos y son tan válidos y tan presentes como los anteriores. Su autoestima se viene abajo, se mira en el espejo y no se reconoce, se siente invisible ante la pareja que llega también cansada del trabajo, cada uno en su mundo y sus problemas, no es la relación triangular idílica que imaginaban.
Los reclamos mudos en principio se pueden volver lentamente en peleas abiertas y es una etapa que con una buena dosis de paciencia, comunicación de sentimientos, apoyo y empatía por ambas partes puede llevarlos a buen puerto.
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